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La arqueología ¿confirma o refuta el A. T.?
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Publicado en 07/01/2024

La monarquía y el exilio marcan casi el final de la historia de Israel en el Antiguo Testamento, con excepción de la narración del retorno del exilio en varias expediciones lideradas por Zorobabel, Esdras y Nehemías que cubre un periodo de escasos cien años. Por ello la siguiente etapa en la investigación arqueológica en relación con la Biblia se enmarca ya en el Nuevo Testamento.

La fuerza de las confirmaciones arqueológicas al respecto es tal, que encontramos aquí un salto cualitativo que amerita ser estudiado de forma exclusiva en los siguientes artículos para documentar las más fascinantes confirmaciones arqueológicas e históricas de la narración del Nuevo Testamento.

Por lo pronto y con base en nuestro recorrido a vuelo de pájaro por el Antiguo Testamento es claro que muchos ꟷaunque no todosꟷ de los detalles históricos de la narración bíblica han sido confirmados, ya sea de manera indirecta o directa, por la arqueología.

Y los que no, están abiertos a la discusión y no se pueden considerar todavía como refutaciones plenamente establecidas de la Biblia. Por eso, si aún al margen del Nuevo Testamento, los detalles históricos que se pueden comprobar por medio de la arqueología han demostrado ser ciertos en la Biblia, ¿qué nos autoriza para poner entonces en duda sistemáticamente la veracidad de lo que la ciencia no ha podido ni podrá nunca, por su propia naturaleza, comprobar, como los relatos milagrosos o los relatos de los orígenes contenidos en ella?

¿Simplemente porque no encajan en nuestros esquemas preconcebidos? ¿No es esto jugar con las cartas marcadas? Al fin y al cabo, los historiadores profesionales afirman que es imposible establecer una mentira en medio de una historia bien conocida.

Por eso, si el relato bíblico es hoy por hoy una historia bien conocida y satisfactoriamente confirmada más allá de la duda razonable por la arqueología y la historia, ¿por qué vamos a creer que lo que aún no se ha podido confirmar tiene que ser mentira?

Hablemos, por último, del argumento del silencio. A él se refirió David Merling Sr. diciendo: “Al no hallar algo, los arqueólogos consideran que han demostrado algo. La “no evidencia” no es lo mismo que las evidencias.” El egiptólogo Kenneth Kitchen lo dice de este otro modo: “La ausencia de evidencia no implica evidencia de ausencia”. 

Y es que una de las falacias más engañosas al argumentar es el llamado “argumento del silencio” que consiste fundamentalmente en hacer afirmaciones concluyentes sobre cualquier asunto apoyándose en la falta de evidencia en contra. Porque el argumento del silencio no demuestra nada, ni a favor ni en contra, y todo lo que se diga al amparo de él no deja de ser meramente conjetural. Afortunadamente, los arqueólogos serios, escépticos o no, están cada vez menos dispuestos a concederle al argumento del silencio algún peso determinante en sus conclusiones, pues los hallazgos posteriores les han hecho muchas veces tener que retractarse de sus conclusiones hechas al amparo de este argumento.

La credibilidad de la Biblia a la luz de la arqueología puede expresarse de otro modo. Es similar a la credibilidad que un testigo ostenta en un tribunal de justicia, antes incluso de dar el testimonio puntual que se requiere de él. Es por eso que muchas de las preguntas de los fiscales a los testigos no tienen que ver con el caso en cuestión, sino con el hecho de que el testigo sea confiable y no haya mentido en oportunidades anteriores.

Al fin y al cabo, el conocido cuento infantil del “pastorcito mentiroso” ilustra bien el hecho de que, si hemos mentido recurrentemente con anterioridad, nadie nos creerá al final aun cuando estemos diciendo la verdad. En relación con los hechos testificados por la Biblia, los creyentes que buscan en ella una revelación de Dios con aplicación directa e inmediata en sus vidas y circunstancias particulares, se fastidian un poco al encontrar en ella pasajes extensos que relatan detalles históricos y geográficos que parecen digresiones sin relación directa con el mensaje fundamental que Dios quiere darnos en ella. El Antiguo Testamento en especial abunda en listas de lugares, personajes, genealogías y similares que parecen detalles distractores que nos desvían de la narración principal y que, si de nosotros dependiera, tal vez habríamos omitido.

Pero son esos detalles aparentemente intrascendentes que nos parecen marginales y prescindibles los que establecen la veracidad y credibilidad de la Biblia. Y son también, justamente, los historiadores y arqueólogos profesionales quienes pueden verificar estos detalles de tal modo que si son ciertos -como en efecto están demostrando serlo- la credibilidad de la Biblia como testigo fiel y veraz -al margen incluso de su inspiración divina- queda establecida con satisfactoria solvencia de tal modo que Dios puede requerir nuestro voto de confianza en aquellos aspectos que ni la historia ni la arqueología podrán nunca verificar en ella, como por ejemplo los milagros que registra. Esto sin mencionar las profecías cumplidas, que será también tema de examen en otra conferencia posterior. Todo lo cual demuestra que, como lo ratifica el apóstol Pablo, Dios es siempre veraz, como consecuencia de lo cual sus sentencias son justas y sus juicios irreprochables.

En síntesis, como lo resume Walter G. Kaiser: “la verdadera función de la arqueología no es «probar» la Biblia… [más bien] la función de la arqueología es la siguiente: (1) Proporcionar materiales culturales, epigráficos y creados por el hombre, que provean trasfondo para interpretar la Biblia con precisión; (2) vincular los sucesos del texto bíblico a la historia y la geografía de la época; y (3) forjar confianza en la revelación cuando las verdades de la Biblia inciden en los sucesos históricos”. Ir más allá de esto es pedirle tal vez demasiado a la arqueología. Además, con el logro satisfactorio de estos tres puntos, es más que suficiente.

A partir de la semana próxima comenzaremos una nueva serie (en realidad continuación de la presente que concluimos hoy) sobre si la arqueología corrobora o refuta el Nuevo Testamento.

 

 

Fuente: El Evangélico Digital 

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